Escritos que nacen en rincones, de un tipo que va vestido de sueños rotos y se ilusiona cuando llega la primavera.

Cuando todo vuelva a la normalidad

Me acabo de sentar en la única mesa libre de todo el bar, me gusta la compañía de un vaso de whisky barato, de esos que quitan el aliento, como cuando pasa una mujer despampanante. Observo a la gente pasar, mientras el ruido de las conversaciones suena de fondo. El barman tiene la oreja derecha totalmente deformada y una sonrisa torcida acompaña su rostro, parece diferente. Solo tengo el compromiso de observar, no tengo más responsabilidades.Mi persona, mis pensamientos, una libreta y un bolígrafo. A veces, solo a veces el mundo no está tan mal, incluso puede parecer maravilloso. Todo es una ilusión, la vida te agarra de las pelotas cuando menos te lo esperas para recordarte que eres un esclavo de tus propias decisiones. Cuando llevas un par de vasos de un whisky barato el tercero te parece lo mejor que has probado en tu vida, son estos momentos de libertad los que me gusta saborear mientras dura. Cuando todo vuelva a la normalidad, seguiré luchando por salir adelante, a pesar de los fracasos. Esta es la única forma de vivir.

El fracaso llama a mi puerta

¨Le falta quererme para ser perfecta¨, pensé mientras me bebía el último trago de whisky y la observaba desde la barra del bar. La vida puede ser tan cruel como justa, y yo sabía que ella nunca me querría, al menos no de la manera que yo quería. Alargué todo lo que pude el último trago, la quería desgastar de tanto mirarla, no era especialmente guapa pero su presencia la hacía diferente. En cierta forma, su imperfección, sus cicatrices que reflejaban las malas decisiones que había tomado me atraían, parecía una mortal, una persona real. No era un mujer de cuento, era una mujer de carne y hueso, con sus aciertos y sus errores. La perfección es una idea creada para aspirar a algo que jamás alcanzaremos. Pasaron los minutos y seguía contemplándola, admirándola mientras me repetía a mí mismo que no la necesitaba para ser feliz, que yo era el dueño de mi destino, podía seguir adelante sin ella.

En el amor no siempre se trata de tener lo que se desea, sino de desear lo que se tiene.

Un Jueves del mes de Marzo

No sé en qué día vivo, creo que es Jueves, un Jueves del mes de Marzo. Lo primero que hago al despertar es mirar al techo y preguntarme si existe la posibilidad de terminar el día antes de que empiece. En mi cama las sombras bailan entre las sábanas, es difícil resistirse a ellas, me atrapan sin poder mostrar oposición. Hoy es uno de esos días en los que una mente confusa y el desánimo gobiernan. No tengo fuerzas para entender a este mundo, el vacío que encuentro a la razón de mi existencia es lo suficientemente grande como para querer poner fin a este sufrimiento.

Mis pies descalzos sienten el frío de una casa sin vida, los grises dominan los rincones, mis ojos húmedos apenas distinguen los colores.

Nada pesa lo suficiente como para darle valor en mi vida, los sueños se desmoronan con el paso de las agujas del reloj, el tiempo y el espacio se convierten en una cárcel en la que lo único que se respira es el anhelo de una salida.

Por un momento siento esperanza, si logro encontrar algo que le dé sentido a mi vida, una razón por la que valga la pena luchar, podría levantarme y enfrentarme al porvenir. Las sombras que esta vez bailan en la taza de café frío me vuelven a engullir, la esperanza se vuelve a esfumar.

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El otro día, me topé con una mujer que se las traía, una mujer que estaba a años luz por encima de mí. Culta, con las cosas claras, con certezas en el coco, aguda como una navaja suiza y con una cara que podría convertir al mismísimo Lucifer en un monje benedictino. En resumidas cuentas, una mujer mucho mejor que yo.

Y ahí estaba yo, un pobrecillo deprimido, sumido en un lodazal de mierda, cansinamente melancólico y sin un as bajo la manga para esta partida.

Lo que más me sorprendió fue que le caí en gracia, sí señor. Ella, con su aura celestial, echó un cable al pozo para que pudiera salir.

No comprendo cómo una criatura así puede hallar valor en un tipo que anda pidiendo el pitido final.

Querido diario, si algo tengo claro, es que no poseo ni de lejos su deslumbrante intelecto ni su belleza, pero ya se sabe que en el juego del amor, las reglas no se apegan a la lógica o al sentido común.

Adiós